- Identificación y clasificación de la obra:
- Nombre: Monasterio de San Juan de la Peña.
- Autor: desconocido.
- Patrocinador: la Iglesia.
- Localización: el Real Monasterio de San Juan de la Peña se ubica a unos 20 kilómetros al suroeste de Jaca, desde donde es posible acceder a través de Santa Cruz de la Serós, población de la que parte un ramal asfaltado tan curvilíneo como pintoresco que conduce a los monasterios.
- Estilo y época: S.XI-XII, Arte románico.
- Análisis técnico:
- Tipología del edificio: religioso, monasterio
- Concepción del espacio interior:
El conjunto monacal queda dividido en dos niveles en altura: uno
inferior en el que encontramos la primitiva iglesia mozárabe junto a la mal
llamada Sala de los Concilios; y uno superior en el que, sobre el propio templo
bajo, se acomoda una segunda iglesia, el panteón real, el celebérrimo claustro,
así como una serie de dependencias monacales anejas.
- La iglesia inferior:
Dedicada
a los santos Julián y Basilisa, la iglesia inferior del Monasterio de San Juan
de la Peña es el más antiguo testimonio conservado,
remontándose su consagración a nada menos que el año 920.
Consta de dos cortísimas naves separadas por dos arcos de medio
punto doveladas que descansan sobre un potente pilar central. Ambas naves, a
través de otros dos arcos de medio punto, desembocan en sendos ábsides cuadrangulares
de nicho central literalmente excavados en la roca viva, quedando comunicados
entre sí a través de un pequeño ventanal de falsa herradura.
A los pies de la primitiva nave lateral izquierda mozárabe, abre
un sencillo vano peraltado que en la actualidad comunica con la Sala de los
Concilios pero que, originalmente, pudo cumplir la función de acceso principal
al oratorio.
En
una segunda fase constructiva, coincidente probablemente con el reinado de
Sancho el Mayor, la primitiva iglesia mozárabe fue ampliada mediante la
prolongación hacia los pies de sus dos naves, las cuales, comunicadas a través
de escaleras, quedan a un nivel ligeramente inferior respecto a la cabecera.
También
en tiempos del románico fue desplegado en los muros y bóvedas de la cabecera
mozárabe un amplio programa iconográfico basado en la vida y martirio de los
santos Cosme y Damián. Lamentablemente este programa pictórico, cuya ejecución
se atribuye a una mano próxima a la del taller del Panteón de San Isidoro de
León, se encuentra muy perdido a día de hoy.
- Sala de los Concilios:
Contigua
a la iglesia inferior y comunicada por el vano peraltado anteriormente
descrito, se encuentra la conocida como Sala de los Concilios, una denominación
basada en la errónea teoría de fue escenario de un concilio a mediados del
siglo XI.
Su construcción, contemporánea a la ampliación románica de la
iglesia inferior, estaría destinada a albergar los dormitorios de los monjes,
conservándose incluso horadados en la pared varios enterramientos.
La
estancia, accesible también desde el exterior a través de unas escaleras,
presenta una planta trapezoidal, quedando dividido el espacio interior en ocho
tramos (cuatro a dos) separados por arcos rebajados y cubiertos por bóvedas
independientes de cañón que van a apear sobre tres recios pilarones centrales
de planta cruciforme.
- La iglesia superior:
Situada
justo sobre la primitiva iglesia mozárabe, la iglesia superior fue edificada en
dos etapas: una primera encuadrable cronológicamente en el reinado de Sancho el
Mayor, de la que tan sólo se conserva un lienzo hacia el costado de la
epístola; y una segunda que correspondería a la actual fábrica que, promovida
por el rey Sancho Ramírez, fue definitivamente consagrada a finales del siglo
XI, concretamente, en el año 1094.
El
espacio de la iglesia superior queda definido mediante una amplia y diáfana
nave de tres tramos separados por fajones de medio punto que, al alcanzar la
altura de la roca, acusa un marcado ensanchamiento en el último tramo previo a
la cabecera, la cual se encuentra literalmente excavada en la roca a
considerable profundidad respecto a la iglesia inferior.
Consta dicha cabecera de tres ábsides de planta semicircular
cubiertos con bóvedas de cuarto de esfera precedidas de brevísimos tramos
rectos con bóveda de cañón, siendo ligeramente de mayor tamaño el altar
central, dedicado a San Juan, respecto a los dos laterales, bajo la advocación
respectivamente de San Miguel y San Clemente.
La
triple cabecera, recorrida horizontalmente por una línea de imposta ajedrezada,
queda articulada al interior en su registro bajo mediante arquillos ciegos de
medio punto sobre columnas y capiteles de gran sencillez. Llama igualmente la
atención que las dos absidiolas laterales quedan comunicadas con la central a
través de angostos arquillos de medio punto sobre capiteles bastante
desfigurados.
Muy innovadora puede considerarse la solución adoptada en los
soportes de los tres arcos triunfales de acceso a la cabecera, compuestos por
haces de cuatro columnas en disposición cruciforme, un recurso que permite crear una sensación de elegancia y ligereza frente a la abrumadora sensación de opresión que transmite la roca viva
sobre el templo.
En
la actualidad el acceso a la iglesia superior se realiza desde el Panteón de
Nobles, aunque existe otro vano de formulación mozárabe que comunica la iglesia
con el claustro, una puerta que, según muchos especialistas, podía haber sido
trasladada desde la iglesia inferior.
El muro de los pies, sin embargo, fue reinterpretado en una
reforma tardía, siendo abiertos tres ventanales altos flanqueando uno central
original que bien pudiera ser un primitivo acceso al templo dispuesto sobre
dependencias monacales a nivel inferior hoy desaparecidas.
- Panteón de Nobles:
La
iglesia superior del cenobio pinatense queda flanqueada a un lado por el
inigualable claustro en el que a continuación nos detendremos, mientras que al
costado opuesto se disponen tanto las antiguas dependencias monacales
habilitadas hoy como museo, como la zona de enterramientos, hoy distorsionada
por la adición en tiempos de Carlos III de un moderno Panteón Real.
A
la misma entrada del monasterio encontramos una pequeña antesala abovedada
desde la que parten dos escaleras: una descendente que nos conduciría a la
iglesia baja a través de la llamada Sala del Concilio; y una en ascenso que
desemboca directamente en el llamado Panteón de Nobles. Esta escalera,
perfectamente documentada gracias a una lápida alusiva a su construcción,
dataría del año 1301, siendo mandada habilitar por el Abad Pedro de Setzera.
El
Panteón de Nobles propiamente dicho no es más que un pequeño espacio al
descubierto habilitado entre la iglesia, las celdas monacales convertidas hoy
en museo, y el moderno panteón neoclásico, el cual, fue acomodado sobre el muro
en el que se disponen los enterramientos.
Entre
el Panteón de Nobles y la propia peña bajo la cual se asientan las distintas
dependencias monásticas, se situaba el Panteón Real original en el que
reposaban los restos de los reyes de Aragón. Sin embargo, en el siglo XVIII y
por mandato del rey Carlos III, fue erigido el suntuoso panteón neoclásico que
puede observarse en la actualidad, habiendo quedado el primitivo panteón
altomedieval parcialmente oculto, pudiendo, aún así, observarse entre la peña y
el muro algunas tumbas antropomórficas.
- Claustro
Al
costado opuesto del Panteón de Nobles, frente al muro de la epístola de la
iglesia superior, fue habilitado el claustro: sin duda, es el más relevante de
cuantos restos se han conservado del primitivo Monasterio de San Juan de la
Peña tanto por su propio valor artístico, como por su genuina apariencia que lo
convierten, por méritos propios, en una pieza única.
Desde la iglesia se accede al espacio claustral a través del arco
de herradura anteriormente aludido y que, para la mayoría de especialistas, se
trataría del acceso primitivo de la iglesia baja que, en algún momento, sería
trasladado al templo superior. Llama la atención este arco por la inscripción
en caracteres mozárabes que recorre toda su rosca y en la que se puede leer:
"Por esta puerta se abre el camino de los cielos a los fieles + que unan
la fe con el cumplimiento de los mandamientos de Dios"
Junto a la iglesia y asomando al claustro, se encuentra la Capilla
de San Victorián, preciosa construcción añadida en tiempos del gótico para
albergar los enterramientos de diferentes abades pinatenses. Al lado opuesto,
accesible a través de una modesta portada neoclásica, abre la segunda de las
capillas claustrales, dedicada a San Voto.
- Concepción del espacio exterior: Enclavado en la ladera norte de la sierra del mismo nombre y constituyendo un balcón privilegiado orientado hacia las escarpadas cumbres pirenaicas.
- Materiales y técnicas de construcción: piedra. El monasterio está construido empotrado en el peñón.
- Elementos constructivos: arcos de medio punto doveladas que descansan sobre un potente pilar central, multitud de vanos, bóvedas...
- Elementos decorativos:
- En el Panteón de Nobles, las tumbas, empotradas literalmente en el muro, se suceden bajo una cenefa ajedrezada divididas en dos registros: doce en el superior y diez en el inferior. Los veintidós enterramientos que suman en total presentan la misma disposición, quedando individualizadas mediante arcos de medio punto de roscas ajedrezadas o perladas que inscriben, a modo de pequeños tímpanos, distintos motivos decorativos. Entre el repertorio ornamental desplegado en los frentes de los nichos encontramos distintas variedades de cruces, crismones trinitarios, una rueda, blasones nobiliarios, formulas vegetales e incluso escenografías figurativas, destacando un grifo dentro de un clípeo, un jinete, o una representación del alma del difunto siendo elevada por ángeles. Además de las tumbas, son también numerosas las laudas funerarias alusivas a diferentes personajes relevantes que encontramos a lo largo y ancho de todo el espacio, tanto en el mismo lienzo sobre los propios nichos como, incluso, aprovechando el exterior del muro del evangelio de la iglesia superior.
- En cuanto al claustro, parece evidente, a juzgar por los cimientos y por las huellas aún patentes en la iglesia que, en primera instancia, el claustro quedaba protegido al exterior mediante un muro hoy desaparecido. Cabe reseñar también la notable cantidad de laudas epigráficas empotradas sobre todo en el muro de la iglesia orientado al claustro. En la actualidad, el claustro conserva prácticamente íntegros los lienzos Norte y Oeste, habiendo desaparecido la contigua al muro de la iglesia y la más próxima al peñón rocoso. Otra de las razones que hacen del claustro un monumento sobresaliente es el hecho de que en sus capiteles trabajó, durante la segunda mitad del siglo XII, el celebérrimo Maestro de Agüero o de San Juan de la Peña, un artista anónimo cuya inconfundible maestría es perfectamente apreciable en diferentes edificios religiosos del norte de Aragón y de Navarra, siendo perfectamente reconocible, entre otros rasgos, por su personalísima manera de representar los ojos de los personajes: muy bulbosos y considerablemente desproporcionados. Además, también destaca el famoso taqueado jaqués presente en gran parte de las esculturas. En cuanto al programa iconográfico de los capiteles se refiere, es de suponer que el claustro en su totalidad constituiría una verdadera y completísima Biblia pétrea, sin embargo, debido a la mencionada desaparición casi total de las pandas Sur y Este, hemos de conformarnos con las escenas labradas en los capiteles de los lienzos Norte y Oeste así como con algún capitel aislado y descontextualizado aparecido en los alrededores y recolocado de manera aparentemente aleatoria. La lectura del conjunto comenzaría en el ángulo nordeste del claustro, donde fue representado el Ciclo del Génesis, siendo reconocibles las escenas de la Creación de Adán y Eva; el Pecado Original, su consiguiente Expulsión del Paraíso por sucumbir a las tentaciones del demonio y, por último y como consecuencia de su pecado, la obligación de trabajar la tierra por parte de los primeros padres. A continuación, a partir del tercer capitel de la panda norte, comenzaría el Ciclo de la Infancia de Cristo, apareciendo en primer lugar y sobre un único capitel los pasajes de la Anunciación, la Visitación y el Anuncio a los pastores. Tras él, y en lo que constituye un error en la sucesión temporal de la narración, quizás cometido durante la restauración, aparecen dos capiteles con las escenas de la Huida a Egipto y el Sueño de José por un lado, y los Magos ante Herodes junto con la Matanza de los Inocentes por otro. Tras ellos, después de un confuso capitel que se ha venido interpretando como un pasaje del Bautista descontextualizado, volvemos a recuperar el Ciclo de la Infancia con escenas alusivas a los Magos: apareciendo primero sobre sus cabalgaduras camino de Belén, y a continuación adorando al Niño (Epifanía). Los dos últimos capiteles de la panda norte desaparecieron y fueron sustituidos por dos lisos de hechura contemporánea. Los capiteles del lienzo occidental, es decir, del más alejado de la iglesia, disponen escenas alusivas al Ciclo de la Vida Pública de Cristo, comenzando por el episodio de las Tentaciones de Cristo en el desierto primero, la Pesca Milagrosa a continuación, así como una magnífica representación de las Bodas de Canaá. Tras ellos, aparece una escena de difícil interpretación que bien podría representar el pasaje de la Magdalena suplicando de rodillas a Cristo la curación de su hermano Lázaro, ya que en el siguiente capitel si que resulta perfectamente reconocible el tema de la Resurrección del de Betania. Alcanzando una calidad plástica prácticamente insuperable, la narración prosigue con los capiteles de la Entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y el de la Última Cena con el Lavatorio de los pies, rematándose el ciclo con el pasaje de la Traición de Judas. El resto de capiteles, excepción hecha de un magnífico Bautismo de Cristo muy deteriorado reubicado en la panda sur del claustro, ya no son atribuibles a la mano del Maestro de San Juan de la Peña, siendo de destacar pese a todo una magnífica representación de Cristo en Majestad dispuesto en el sector suroriental del conjunto. Se trabaja con bajorrelieves casi todos dominados por un horror vacui muy acentuado que provoca contorsiones en algunas figuras que superan el propio marco sacando un brazo como en la escena de Jesús y los Apóstoles. Los gestos son exagerados, casi teatrales, acentuando los ojos y la boca, y confiriendo narratividad a las escenas. En cuanto a las formas, estas se someten a esquemas geométricos que dominan desde la configuración del rostro o los pliegues de los paños, hasta los movimientos de caballos o de la misma agua que se vierte de un jarro a otro.
- Análisis formal:
- Líneas compositivas del espacio interior y exterior: no presenta ningún tipo de simetría ya que está directamente empotrado en la roca.
- Intencionalidad: Por encontrarse semiexcavada en la roca y debiendo acomodarse forzosamente a ella, presenta la particularidad de no respetar la tradicional orientación canónica de los templos cristianos peninsulares.
- Función de la obra: monasterio y lugar de perenigración (Camino de Santiago). Como importante centro religioso que fue durante la Edad Media, el monasterio de San Juan de la Peña custodió grandes obras de arte, unas perdidas, otras expoliadas, que ya no se conservan. Entre ellas hay que destacar piezas como las reliquias de San Indalecio, llevadas a Jaca en el siglo XIX. Pero sobre todo un cáliz traído a Huesca por San Lorenzo, que ahora permanece en la catedral de Valencia y que fue considerado durante siglos el Santo Grial.
- Interpretación y contextualización de la obra:
- Iconografía: iglesia prerrománica dedicada a san Julián y santa Basilisa. En el mismo siglo se funda un pequeño centro monástico dedicado a San Juan bautista desde el cual se pudiera administrar y controlar la región. Sin embargo será en el siglo XI cuando el cenobio se convierta en un gran centro político y religioso gracias a las donaciones de monarcas y señores, tanto aragoneses como navarros. Sancho Garcés III, rey de Pamplona, introduce la regla de San Benito en 1028, por lo que se instalan en San Juan de la Peña monjes huidos del monasterio francés de Cluny. El Monasterio se renombra como San Juan de la Peña alusivo a su peculiar emplazamiento. En 1071 se reza por última vez bajo el rito mozárabe y se utiliza por primera vez en la península el rito romano. Durante el siglo XI se convierte en panteón de reyes y mausoleo de nobles, sus principales benefactores. Se incluye como uno de los centros de peregrinaje en la vía procedente de Francia del camino a Santiago de Compostela.
- Contexto social y cultural: Más allá de relatos legendarios que atribuyen los orígenes de San Juan de la Peña a un episodio milagroso acaecido en el siglo VIII en el que el joven Voto, tras caer por un acantilado persiguiendo un ciervo, fue a dar con una cueva en la que yacía el cuerpo sin vida del eremita Juan de Atarés; lo cierto es que el paraje en que se sitúa el monasterio parece más que propicio para que, durante los primeros siglos de Reconquista, constituyese un escenario idóneo para el retiro de eremitas y anacoretas, germen del primer monacato medieval.Pese a referencias algo nebulosas que hablan de cierta actividad en torno a San Juan de la Peña durante la novena centuria, lo cierto es que hay que esperar a principios del siglo X (año 920) para encontrar las primeras noticias documentales que hablan de una primigenia consagración del cenobio pinatense, convirtiéndose desde entonces en uno de los centros monásticos de referencia para los reyes navarros y aragoneses.Abandonado probablemente durante los últimos años del siglo X, es durante la tercera década del XI cuando, bajo el reinado de Sancho el Mayor de Navarra, el monasterio es de nuevo revitalizado con la introducción de la regla benedictina, siendo también ampliado en sus equipamientos. Sin embargo, uno de los momentos claves en el devenir histórico del cenobio pinatense es 1071, fecha en que el monarca Sancho Ramírez, amén de ampliar el monasterio con la erección de un segundo nivel, introduce por primera vez en la Península Ibérica el rito romano en perjuicio de la liturgia hispano visigoda hasta entonces imperante.De este modo, el Monasterio de San Juan de la Peña se convirtió desde los años finales del siglo XI y durante todo el XII en una de las plazas de referencia para la monarquía aragonesa, desempeñando incluso la función de panteón real.A partir de finales del siglo XII y sobre todo durante todo el XIII, el cenobio iniciaría un lento proceso de decadencia, justificado principalmente porque con las conquistas y el avance cristiano hacia el sur, el foco de influencia y de poder político se desplazó desde el abrupto Pirineo hacia el área del valle del Ebro, siendo por consiguiente cenobios como Veruela, Poblet, Rueda o Piedra los que pasarían a convertirse en los predilectos de los monarcas.Así pues, toda la Baja Edad Media será para San Juan de la Peña un periodo de largo ostracismo, sobreviviendo y manteniéndose viva la comunidad monacal en condiciones de extrema humildad hasta que, en 1675, el más devastador incendio de cuantos consta que asolaron el monasterio, motivó el traslado de la comunidad a un nuevo cenobio barroco levantado unos cientos de metros más arriba, concretamente en la llamada Pradera de San Indalecio.Tras la invasión francesa y, sobre todo, tras la Desamortización, ambos monasterios quedarían abandonados, siendo posteriormente declarados Monumento Nacional en 1923 y 1889 respectivamente, procediéndose a su restauración y adecuación para el turismo, existiendo en la actualidad un centro de interpretación, una hospedería e incluso un pequeño museo.
- Antecedentes, influencias y trascendencia: En 1889 se le otorga el título de Monumento Nacional que en 1920 es completado con la declaración por parte del rey Alfonso XIII como Sitio Nacional. Ya el 2 de febrero de 2004, el Gobierno de Aragón completa su declaración como Bien de interés cultural con la protección del conjunto monástico y su entorno. Se convirtió en lugar de peregrinaje en la vía francesa del Camino de Santiago.
Estas imágenes son de: Arte Guías
Bien, Macarena. Demasiado extenso. De nuevo, buena selección de fotos. 10.
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